martes, 13 de noviembre de 2007

I once had a house...



No puedo dejar de pensar en Virginia Woolf.

Y no porque le tema o no le tema, finalmente no pienso en las mujeres de principios del XX como particularmente aterradoras (remito a la foto). Más bien, no puedo dejar de pensar en la importancia de tener Un cuarto propio. Claro, Vicky se refería a un espacio propio, tanto físico como mental, incluso espiritual (y aquí me parece oir las carcajadas de Lear y Sergio Alejandro Aguillón Mata, que están ciertos de que soy feminista de clóset... ni modo, las fronteras son líneas borrosas para una miope como moi). Claro que también, para la célebre autora, había que tener dinero, lo que se supone que le permitiría, a la mujer interesada en ello, escribir, por lo menos ficción.
Más bien, mis cavilaciones se refieren en concreto no sólo a un cuarto que era mío, sino a una casa completa, que era mía, y vendí. Y al hecho práctico, se suman posibles significaciones que, en días nublados, me repito como mantra para tratar de convencerme de lo acertado de mis decisiones. Así por ejemplo, puedo replicarle a Mme. Woolf que no sólo tuve una casa propia: incluso me di el lujo de venderla (pero dadas las impliaciones espirituales-intelectuales, más de un buen lector pensará que con la propiedad vendí parte de mí. Es posible que no esté en el error). También podría decirle (a Virginia, no al buen lector) que no hay caso en conservar una cosntrucción sobre un pedazo de tierra que lejos de protegerte, te encadena. Pero igual, habrá más de uno que dirá que porqué no simplemente la renté. Yo le respondería entonces que eso está peligrosamente cerca, simbólicamente, de rentar mi espíritu. Y no sé si venderlo o rentarlo es peor, pues aquí, totalmente contra mi voluntad, interviene la voz chillona de una señora escrituranta, que clamaba a quien quisiera oirla que "ella era su casa" (chale, las tías mexicanas de escritoras polaco-francesas como la Poniatowska son insufribles).¿Yo qué culpa tengo de que Pita Amor fuera un montón de tabiques y cemento?

Es una mala foto, ya lo sé. Pero crea el efecto buscado...



Por si sí y por si no, yo todas las tardes me digo que esa casa, ahora ajena, deshabitada y pintada de rosa estridente, está mejor así: sin mí, y yo sin ella. Total, no hay tal cosa en el mundo como "la decisión correcta".

El video de la semana es, lo confieso, una bobada. Pero en mi cabezota, adquiere un nuevo sentido cuando pienso que, como cantaba Madness allá por los "fashion-unfriendly" ochentas: "our house, in the middle of the street"... Sí, sí, es una bobada... de boberías también se alimenta el corazoncito...

2 comentarios:

Aguillón-Mata dijo...

Pues no, mujer, no hubo carcajadas, al menos de mi parte. Sólo silencio, un silencio triste, el silencio triste de quien cae en cuenta, preocupado, de que una amiga suya es verdaderamente feminista de clóset. Y un silencio esperanzado: qué me vas a invitar con el varo de la tal casa.

Anónimo dijo...

Chale, eso de feminista de closet... qué fuerte.yo diría más bien que closet de feministas, está más bonito. Además, así la labor erudita cobra otro significado.