lunes, 29 de diciembre de 2008

Recuento

Estas son algunas de las cosas que me rondaron la cabeza mucho, pero mucho más tiempo del necesario, durante el año que termina. Ninguna de ellas, como se verá, es particularmente trascendente, ninguna me ha resuelto ningún problema, ninguna me reveló nada. Pero aahh, cómo me entretuve.

Con todo y que esto parece un intento de psicoanálisis, no lo es. No me interesa conocer el origen profundo de mi imposibilidad de abstraerme de las escenas que están a punto de ver, ni tampoco que lo más cursi (en el sentido de Kitsch) de mi carácter se haga patente. En el mejor de los casos, la mayoría de testigos ya me conocen y saben a qué atenerse. En el peor, pues me revelo como soy en mis ratos de ocio, ni hablar. De nuevo, lo entretenida no me lo quita nadie.

En primer lugar, y por el sitio de honor que ocupa, más el poco tiempo que ha pasado desde su fallecimiento, Bettie Paige! La "conocí" hace más de 5 años, cuando Canal 11 transmitió una gran serie sobre la historia de la pornografía o, como daban en llamarla, la sexualidad oculta. Este año ocupó mis pensamientos durante un largo tiempo por que incluso antes de que enfermara y falleciera poco después, una de mis búsquedas en una base de datos de películas (IMDB) me llevó a The Notorious Bettie Paige, reconstrucción ficcional de su vida. No la he visto, espero pronto hacerlo. Mientras tanto:


Sobre el siguiente fragmento, tengo mucho qué decir, pero prefiero abstenerme. Sólo puedo decir que se trata de una película en la que pienso por lo menos dos veces al año, una en estas fechas, la otra en Semana Santa.
A veces creo que hay alguna extraña relación, no del todo forzada, entre la película -particularmente este fragmento- y mi vida: desde que recuerdo, me gusta usar botas, y las primeras que tuve, lo recuerdo bien, fueron blancas.
Y mi papá, cuando era yo muy pequeña, tenía un peinado que en este momento podría pasar por afro, aunque entonces quizá no cumplía con los requisitos de rigor.

En fin, sólo quiero decir que es la única versión de esta historia en la que el bueno es Judas. Quizá por eso me gusta taaanto!


Un video más, y una aclaración. Cuando digo que "en esto me entretuve", no quiero decir que fue lo único que me pasó por la cabeza a lo largo de doce meses. Desde luego, tengo el pendiente de una tesis por concluir,
renta que pagar, hija qué criar, entre otras cosas. También pensé, como cada año, en enseriarme con lo del yoga, recuperar mi habilidad de costurera (sí, yo sabía hacer por lo menos faldas y no sólo cortinas y manteles)
y en cortarme el cabello. Me corté el cabello tres veces en este año, pero de eso ni tengo video ni creo que resulte tan entretenido hablar.

Volviendo a lo audiovisual, lo siguiente puede provocar una reacción inesperada en quien decida verlo. Puede que, como a mí, les resulte tan increíble la primera vez que lo vean, que sientan que necesitan verlo de nuevo, y otra vez, y otra.
Y luego, el sonido se les quedará en la cabeza por días y días, obligándolos quizá a corear aquel lejano y siempre denigrante término que, sin embargo, es tan descriptivo: "punchis-punchis-punchis..."
Me resulta imposible decir "lo peor de este video..." porque sería decir que tiene algo menos malo. Pero digamos que "lo peor" es que cuando lo veo, no puedo evitar pensar que mi querido Saguillón, en su rol por territorio germano, ya es gran cuate del protagonista del siguiente:


viernes, 12 de diciembre de 2008

Prefiero ser como Bettie Page

Hace un par de días, el Rufián Melancólico y Lear se pusieron de acuerdo para preguntarse retóricamente porqué no podemos las mujeres ser como dos personajes de películas que en cierta forma marcaron  una época, y cuyos pretendidos alcances míticos me parecen un tanto desproporcionados. 
Ya sé que no está entre las opciones, pero puesta a elegir, yo preferiría ser como Bettie Page:




 
Mis razones responden a varios asuntos: empezando porque (aunque trato de alejar semejante idea de mi cabeza) no me parece que Ilsa Lund sea el ejemplo de belleza que se pretende, y su sonrisa, junto con su atuendo, esconden la espantosa certeza de estar usando ropa interior no sólo fea, sino también incómoda. Lo lamento, no veo en sus ojos el mismo brillo que en los de Bettie.
Con Holly me sucede algo parecido. No concibo que de verdad "anduviera tan ligeramente" como su apellido quiere hacernos creer, como para no pensar ni una sola vez en el potencial daño que su atuendo sufriría. Siendo Bettie, en cambio, eso es lo de menos: la ropa, o su falta de, no importan, son sólo disfraces, como el de Ilsa, como el de Holly, pero que no opacan a la que los porta, no son más importantes que ella.
Podría pensarse que es el físico, porque claro, con todo y lo contenta que una mujer logre estar con su propio cuerpo, siempre habrá curvas más redondas, líneas más esbeltas. Pero no es por ahí. Lo que yo quiero de Bettie es el brillo en los ojos, con o sin ropa, bailando o posando; quiero ese candor, ese gusto de estar en su propia piel, mucho más cómoda que en el pequeño vestido negro de Holly, o en los elegantes sombreros de la ausente Ilsa. 





Status quo

Por el momento es lo único que puedo decir... lo siento.