miércoles, 4 de junio de 2008

Vasos vacíos

Una semana después, el espacio sigue desocupado. En los últimos tres años, hice grandes amigos, aprendí un par de cosas, leí bastante, comí bien, fumé mucho (y de mucho) bebí, cuando lo hice, sin la menor moderación, al cabo no sirve de nada... ah, sí, también me mudé, o mejor dicho, me mudé para cumplir con todas las anteriores. Y también hice un doctorado. Un doctoradote que estuvo rondándome en la cabeza como "el plan maestro" al menos siete años antes de que de verdad lo hiciera. Y ahora, a una semana de poder contarlo entre las cosas hechas, me encuentro con un vacío espantoso, por que se cuela a casi todos los demás aspectos de la vida. Lo que me preocupa sobre todo, es el silencio. Porque me cuesta tanto trabajo escribir, y por otro lado, no puedo apagar la máquina de la crítica y encender la del placer cuando leo, porque sí, he intentado leer, desde el miércoles pasado, hasta hoy, sin gran éxito. Quiero volver a leer para asombrarme, no para descifrar las estrategias creativas de lo que estoy leyendo. Quizá deba empezar por el reverso de las cajas de cereales.
También me preocupan los estados de ánimo tan contradictorios. Como nunca en la vida, paso de la euforia festiva y del orgullo que me revienta, al miedo por el futuro y al desamparo. Pensé que al término del doctoradote, mi alma se llenaría de cierta paz, reflejo del trabajo cumplido, de haber conseguido lo que me pareció una buena idea hace años. Y me sigue pareciendo, y no me arrepiento de nada, pero en vez de la paz, el balance espiritual parece estarse fundando en el silencio, en el vacío. Quizá sea mejor: lo contrario me llevaría al poco elegante alarde.

Hace poco tomé una foto que, como algunas que me gustan, resultó un accidente afortunado: salió bien. Cuando la veo, pienso en la frase de los mapas públicos y planos de orientación "Usted está aquí". Pero pienso también que de pie de foto, añadiría "lo malo es que eso no indica nada".




Ese es, prácticamente, el estado de las cosas.

4 comentarios:

consumidor consciente dijo...

Bienvenida a la vida!
Aprenderás a disfrutarla

Gonzalo Lizardo dijo...

Pocas veces la libertad acarrea serenidad. Después de tres años donde tu vida y tus lecturas estaban condicionados por un "plan maestro" (con tus tareas, tus maestros, tus amigos), te encuentras ahora frente a un laberinto sin paredes donde cualquier camino es válido. Tu melancolía actual proviene de un exceso de opciones: tantas, que te abruma pensar en la consecuencia de cada decisión.
En ese sentido (paradójicamente) he sido afortunado: nunca he tenido demasiadas alternativas ante mí: cuando el camino es tan estrecho, no hay lugar para el hastío.
Pronto retomarás el camino, lo sé. Mientras tanto, deja de leer, hasta que el libro correcto salga a tu encuentro.
Ciao, amica!

Aguillón-Mata dijo...

Hay que llegar ahí sólo para decir con certeza que ahí no hay nada.

O:

"No hay nada peor que el deseo satisfecho".

Besos.

Aguillón-Mata dijo...

Menso soy, pues. Lo que digas, guapa. No vuelvo a alardear (¡ja!). Mando besos.