Había tratado inútilmente de hacerme a la idea de que los sueños de naturaleza cuasi-fumada que he tenido últimamente, tienen su correspondencia en la presión académica que los últimos días he experimentado. Me engañaba vilmente, y me castigaba sin razón. No, la culpa la tienen los tlaxcaltecas, o en este caso, el selecto grupo de personas entre quienes distribuyo mis ratos de aparición pública. Someto las pruebas siguientes:
- Después de leer un par de posts de mis cuates los extemporáneos y sus preguntas sobre la literatura mexicana que a final de cuentas ni estudian, pasé dos noches soñando la pregunta "se puede escribir cualquier cosa a estas alturas de la historia, sin intertextualidad?" Quién, oh sabio público, quién en su sano juicio se pregunta eso cuando sueña?
- Hace unos días, soñé que alguien muy cercano a mi corazón estaba en el aeropuerto con uno de esos maletines que en películas y recreaciones "de época", suelen llevar algunos viajeros y, sobre todo, médicos. Dicha persona NO tiene (hasta donde yo he hurgado en sus pertenencias) un maletín con las características del de Mary Poppins. Pero la culpa de que yo sueñe eso es suya, desde luego.
- Ahora bien, cierto profesor tiene la culpa de que soñara la obra cumbre del naturalismo mexicano, inspiración del relato prostibulario en México, y muy probablemente, pariente lejanísimo del cine de ficheras: Santa, novela de 1903, llevada al cine en cuatro ocasiones.
- Luego viene mi querida Carmina a decirme de sus proyectos y trabajos, como si no tuviera encima los míos. Qué poco consideradas son algunas personas. Y gracias a sus "perífrasis espectrales" y el minidebate en torno a si es mejor nombre "Cunning Linguist" que "Lingüista con sangrado".... pues soñé a una legión de verbos, párrafos y cuartillas completas corriendo tras de mí, tratando de levantarme la tapa del cráneo para meterse ahí (porque daban por descontado que el sitio aludido está vacío).
Podría decirse que mis patologías oníricas dan la razón a Freud. Pero me interesa más llevarle la contra, por misógino. De ahí que prefiera descargar la manera en que mi cerebro procesa la información (con la delicadeza de una licuadora y no con la efectividad de un archivo) en todas y cada una de las personas que han estado últimamente contándome sus cosas.