jueves, 29 de noviembre de 2007

El cerebro: órgano vital o botana para zombies? (o de cómo lo que me dicen me afecta más de lo que me imagino)


Había tratado inútilmente de hacerme a la idea de que los sueños de naturaleza cuasi-fumada que he tenido últimamente, tienen su correspondencia en la presión académica que los últimos días he experimentado. Me engañaba vilmente, y me castigaba sin razón. No, la culpa la tienen los tlaxcaltecas, o en este caso, el selecto grupo de personas entre quienes distribuyo mis ratos de aparición pública. Someto las pruebas siguientes:

  • Después de leer un par de posts de mis cuates los extemporáneos y sus preguntas sobre la literatura mexicana que a final de cuentas ni estudian, pasé dos noches soñando la pregunta "se puede escribir cualquier cosa a estas alturas de la historia, sin intertextualidad?" Quién, oh sabio público, quién en su sano juicio se pregunta eso cuando sueña?
  • Hace unos días, soñé que alguien muy cercano a mi corazón estaba en el aeropuerto con uno de esos maletines que en películas y recreaciones "de época", suelen llevar algunos viajeros y, sobre todo, médicos. Dicha persona NO tiene (hasta donde yo he hurgado en sus pertenencias) un maletín con las características del de Mary Poppins. Pero la culpa de que yo sueñe eso es suya, desde luego. 
  • Ahora bien, cierto profesor tiene la culpa de que soñara la obra cumbre del naturalismo mexicano, inspiración del relato prostibulario en México, y muy probablemente, pariente lejanísimo del cine de ficheras: Santa, novela de 1903, llevada al cine en cuatro ocasiones.
  • Luego viene mi querida Carmina a decirme de sus proyectos y trabajos, como si no tuviera encima los míos. Qué poco consideradas son algunas personas. Y gracias a sus "perífrasis espectrales" y el minidebate en torno a si es mejor nombre "Cunning Linguist" que "Lingüista con sangrado".... pues soñé a una legión de verbos, párrafos y cuartillas completas corriendo tras de mí, tratando de levantarme la tapa del cráneo para meterse ahí (porque daban por descontado que el sitio aludido está vacío). 


Podría decirse que mis patologías oníricas dan la razón a Freud. Pero me interesa más llevarle la contra, por misógino. De ahí que prefiera descargar la manera en que mi cerebro procesa la información (con la delicadeza de una licuadora y no con la efectividad de un archivo) en todas y cada una de las personas que han estado últimamente contándome sus cosas. 




martes, 13 de noviembre de 2007

I once had a house...



No puedo dejar de pensar en Virginia Woolf.

Y no porque le tema o no le tema, finalmente no pienso en las mujeres de principios del XX como particularmente aterradoras (remito a la foto). Más bien, no puedo dejar de pensar en la importancia de tener Un cuarto propio. Claro, Vicky se refería a un espacio propio, tanto físico como mental, incluso espiritual (y aquí me parece oir las carcajadas de Lear y Sergio Alejandro Aguillón Mata, que están ciertos de que soy feminista de clóset... ni modo, las fronteras son líneas borrosas para una miope como moi). Claro que también, para la célebre autora, había que tener dinero, lo que se supone que le permitiría, a la mujer interesada en ello, escribir, por lo menos ficción.
Más bien, mis cavilaciones se refieren en concreto no sólo a un cuarto que era mío, sino a una casa completa, que era mía, y vendí. Y al hecho práctico, se suman posibles significaciones que, en días nublados, me repito como mantra para tratar de convencerme de lo acertado de mis decisiones. Así por ejemplo, puedo replicarle a Mme. Woolf que no sólo tuve una casa propia: incluso me di el lujo de venderla (pero dadas las impliaciones espirituales-intelectuales, más de un buen lector pensará que con la propiedad vendí parte de mí. Es posible que no esté en el error). También podría decirle (a Virginia, no al buen lector) que no hay caso en conservar una cosntrucción sobre un pedazo de tierra que lejos de protegerte, te encadena. Pero igual, habrá más de uno que dirá que porqué no simplemente la renté. Yo le respondería entonces que eso está peligrosamente cerca, simbólicamente, de rentar mi espíritu. Y no sé si venderlo o rentarlo es peor, pues aquí, totalmente contra mi voluntad, interviene la voz chillona de una señora escrituranta, que clamaba a quien quisiera oirla que "ella era su casa" (chale, las tías mexicanas de escritoras polaco-francesas como la Poniatowska son insufribles).¿Yo qué culpa tengo de que Pita Amor fuera un montón de tabiques y cemento?

Es una mala foto, ya lo sé. Pero crea el efecto buscado...



Por si sí y por si no, yo todas las tardes me digo que esa casa, ahora ajena, deshabitada y pintada de rosa estridente, está mejor así: sin mí, y yo sin ella. Total, no hay tal cosa en el mundo como "la decisión correcta".

El video de la semana es, lo confieso, una bobada. Pero en mi cabezota, adquiere un nuevo sentido cuando pienso que, como cantaba Madness allá por los "fashion-unfriendly" ochentas: "our house, in the middle of the street"... Sí, sí, es una bobada... de boberías también se alimenta el corazoncito...