Los extraños
puede que no lo creas
pero hay gente
que va por la vida con
muy poca
preocupación o problema.
se visten bien, duermen bien.
están contentos
con su vida
familiar.
son tranquilos
y a menudo se sienten
muy bien.
y cuando mueren
es de una muerte serena,
casi siempre
mientras duermen.
puede que no lo creas
pero tal gente
existe.
pero yo
no soy
así
ah, no, yo no
soy así
ni siquiera estoy cerca
de ser
como ellos.
pero están
ahí
y yo
estoy
aquí.
De los Poemas de la última noche en la Tierra
lunes, 25 de agosto de 2008
viernes, 8 de agosto de 2008
Amnesia
Porque las coincidencias existen, porque no todo en la vida tiene explicación (o porque no sé, paradójicamente, entender), me pasó, en breve escala y de manera simbólica, una de las cosas que más me asustan de la vida. Perdí la memoria: mis fotos, mis dos mil quinientas canciones favoritas, direcciones de mis amigos, listas de lecturas por hacer... mis poemas!!
Digo que es en pequeña escala porque con todo y mi ignorancia tecnológica, comprendo que la computadora y yo no somos el mismo ente, lo cual paradójicamente agrava la situación porque yo conservo en la memoria que se perdió la memoria de la computadora, con todo lo que a su vez perfilaba mi propia... memoria. Y digo que es simbólico, porque no puedo dejar de pensar en lo mucho que perder el disco duro de una computadora se parece, con todas las proporciones guardadas, a padecer alzheimer. Y esa es una de las posibilidades de la vida que más me asusta.
Tengo ganas de encerrame en la desesperación, llorar como niña, clavarme con la materia, pues. Pero la edad, maldita sea, me lleva no a un maravilloso estado cercano a la sabiduría budista, sino al más profano sentido de preservación de la dignidad. Berrinchear no resuelve nada.
Con todo y que perdí los tímidos inicios de lo que en dos años será una tesis doctoral en forma, con toda su gloria, lo que en verdad me duele son las cosas de índole mucho más personal. Las tesis salen de la intuición y del cerebro, van, digamos, de adentro hacia afuera. Pero lo demás no, lo demás viene de afuera hacia adentro, y te perfila como lo que eres en este juego de coordenadas espacio/temprorales. Por consiguiente, no puedo evitar la tristeza por mis fotos, pues son memorias de los tres años pasados, de las personas que conocí, las cosas que llamaron mi atención, los lugares donde estuve. Son una radiografía de los tres años del doctorado, y ese lapso no se parece en nada a ningún otro periodo de mi vida.
Mis poemas son otra cosa, todavía más profunda, más dolorosa de perder, casi insoportable, por el trabajo que me costó recuperar "la voz" poética después de ciertos aconteceres, algunos particularmente dolorosos, que me dejaron "muda" durante un tiempo. Además, justo el día que los perdí había resuelto, según yo, mi dilema eterno (en realidad es un dilema recurrente, que siempre resuelvo de una manera distinta, si no qué chiste tendría, dónde estaría la emoción) y me había decidido por explorar hasta las últimas consecuencias, hasta los más tenebrosos rincones, cada uno de los vericuetos de mi identidad, hasta que no me quedara piedra del alma por remover. Perderlos me recordó que tengo compromisos más urgentes, como una tesis, que tienen fecha límite de entrega. En cambio, tengo el tiempo del mundo para ser yo y para abismarme en mí.
Ni modo. Aunque entiendo que en el gran esquema de las cosas, esta es una micro tragedia personal, igual no me resigno a modificar mi decisión de lo que quiero hacer de mí misma, en aras de que mi intento más auténtico por escribir de los últimos años resultara infructuoso por accidente, ni tampoco a que este aliento se pierda para siempre, ni a que sea el último. De esta, como de muchas otras antes, me voy a levantar. Tendré que abrir un nuevo folder en mi memoria interna que, a la par de la del disco duro, se volverá a llenar. Pero mientras tanto, chale.
Digo que es en pequeña escala porque con todo y mi ignorancia tecnológica, comprendo que la computadora y yo no somos el mismo ente, lo cual paradójicamente agrava la situación porque yo conservo en la memoria que se perdió la memoria de la computadora, con todo lo que a su vez perfilaba mi propia... memoria. Y digo que es simbólico, porque no puedo dejar de pensar en lo mucho que perder el disco duro de una computadora se parece, con todas las proporciones guardadas, a padecer alzheimer. Y esa es una de las posibilidades de la vida que más me asusta.
Tengo ganas de encerrame en la desesperación, llorar como niña, clavarme con la materia, pues. Pero la edad, maldita sea, me lleva no a un maravilloso estado cercano a la sabiduría budista, sino al más profano sentido de preservación de la dignidad. Berrinchear no resuelve nada.
Con todo y que perdí los tímidos inicios de lo que en dos años será una tesis doctoral en forma, con toda su gloria, lo que en verdad me duele son las cosas de índole mucho más personal. Las tesis salen de la intuición y del cerebro, van, digamos, de adentro hacia afuera. Pero lo demás no, lo demás viene de afuera hacia adentro, y te perfila como lo que eres en este juego de coordenadas espacio/temprorales. Por consiguiente, no puedo evitar la tristeza por mis fotos, pues son memorias de los tres años pasados, de las personas que conocí, las cosas que llamaron mi atención, los lugares donde estuve. Son una radiografía de los tres años del doctorado, y ese lapso no se parece en nada a ningún otro periodo de mi vida.
Mis poemas son otra cosa, todavía más profunda, más dolorosa de perder, casi insoportable, por el trabajo que me costó recuperar "la voz" poética después de ciertos aconteceres, algunos particularmente dolorosos, que me dejaron "muda" durante un tiempo. Además, justo el día que los perdí había resuelto, según yo, mi dilema eterno (en realidad es un dilema recurrente, que siempre resuelvo de una manera distinta, si no qué chiste tendría, dónde estaría la emoción) y me había decidido por explorar hasta las últimas consecuencias, hasta los más tenebrosos rincones, cada uno de los vericuetos de mi identidad, hasta que no me quedara piedra del alma por remover. Perderlos me recordó que tengo compromisos más urgentes, como una tesis, que tienen fecha límite de entrega. En cambio, tengo el tiempo del mundo para ser yo y para abismarme en mí.
Ni modo. Aunque entiendo que en el gran esquema de las cosas, esta es una micro tragedia personal, igual no me resigno a modificar mi decisión de lo que quiero hacer de mí misma, en aras de que mi intento más auténtico por escribir de los últimos años resultara infructuoso por accidente, ni tampoco a que este aliento se pierda para siempre, ni a que sea el último. De esta, como de muchas otras antes, me voy a levantar. Tendré que abrir un nuevo folder en mi memoria interna que, a la par de la del disco duro, se volverá a llenar. Pero mientras tanto, chale.
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