sábado, 29 de marzo de 2008

Querido Gonzalo:

No es que interrumpa mi blog, es que el pobre tiene la desventura de seguir los caprichos de mi pensamiento, de mi tiempo y de mi pereza. Y la mayor parte de las veces, los tres elementos no coinciden. Además, los últimos días he estado muy reflexiva, no puedo dejar de pensar en que todo tiene un final, y si bien eso solía ser un "menos mal", en recientes fechas se empieza a tornar un "ni modo".
Pero ya que escribir es útil, bueno, y necesario por lo menos pa'l que escribe, ahí te voy: la partida de nuestro amigo en común me deja medio flotando en un mar -poco profundo- de nostalgia. Porque aunque la alegría por él me inunda y estoy cierta de que le irá de maravilla, aprenderá mucho y se divertirá más, no sólo voy a extrañarlo: su partida simboliza el fin de muchos procesos propios que coinciden en espacio y tiempo. Se acaba mi pretexto para no enfrentar una decisión difícil pero obligatoria, se acaba un periodo de vacaciones mentales y anímicas que me hubiera gustado que duraran para siempre. Pero no. Hay que seguir creciendo y abriendo puertas a rincones misteriosos y desconocidos. Una nueva felicidad, estoy convencida, se esconde detrás de alguna de esas puertas.
Además, hoy es un buen momento para enfrentar lo que sigue: estoy en "la ciudad de los limones y las palmeras", de donde decidí salir para no volver. Y cuando vuelvo, es siempre inundada del gozo secreto de saber que salgo pronto. Qué alegría, qué infinito e infantil placer el de saber que la decisión ahora sí es mía y de nadie más. Soy una niñota y qué. Es más, hasta voy a pasearme delante de mi ex casa y burlarme: yo me voy y ella se queda con su color rosa.
De ahora en adelante volveré a mi cinismo, y sobre todo, a escribir. Te agradezco tu comentario, tus palabras sobre mi texto. De verdad, fue una liberación vender esa casa. Nunca me imaginé que cuando Cortés "quemó sus naves", podría haber estado riendo por dentro, pensando "éjele culeros, ahora ya no hay vuelta atrás".
Éjele...