miércoles, 13 de febrero de 2008

Hacia la iluminancia

La vida, he venido a entender, es un camino. Y claro, también una tóm-tóm-tómbola. Pero sería profundamente cínico de mi parte adjudicar tal descubrimiento a mi sola perseverancia y necedad de seguir viviendo pese a que las condiciones no siempre fueron favorables (necia que es una...)
Todo lo contrario, a lo largo de mis años siempre ha habido almas más iluminadas que la mía que han tenido a bien compartirme su experiencia, su forma de ver el mundo, su sabiduría, pues. Ni más ni menos ayer recibí una de esas gotitas del rocío sapiencial con que los empleados de la biblioteca de mi institución de desconfianza elaboran para profundo agrado del alumnado. Me ha dado vueltas y vueltas por la cabeza, su contundencia me deja perplendeja. Así que ahora cumplo el ciclo compartiéndola con el dilecto público lector. Ah, pero creo que antes será prudente poner en antecedentes, brevemente: necesito consultar un libro, que está en poder de algún otro alumno, pese a que la fecha de préstamo expiró hace más de una semana. Por consiguiente, me dirigí al gurú en turno para hacerle llegar mi queja y buscar su ayuda. En efecto, confirmó que el ejemplar no está, y que el préstamo venció. Pero a mi pregunta de qué procede, me avasalló con la sabiduría contenida en la máxima indiscutible:

"pos así son los alumnos, señorita. El libro regresará cuando regrese"

Ooom. Y yo creyendo que el alumno tendría que regresar al libro, y no que el libro decidiría cuándo volver al hogar.

Y esa frase sólo completa la lección anterior, brindada magistralmente por otro empleado el día que pedí un libro que según el catálogo electrónico ahi'staba, pero yo en mi infinito desconocimiento de las dimensiones y diferencias del ser y del estar, no había localizado. Esta frase también me dejó una profunda impresión:

"pos búsquelo dos lugares al lado, y dos lugares arriba y dos lugares abajo. O tres. O varios. Porque si no está ahí, por ahí anda, no ha salido".

Es que de veras me complico la existencia al negarles a los libros el libre albedrío y el libre tránsito. Chale.


Otra de las frases con que me quedo de mi paso por el Colmex, es la inefable "lo suyo, lo suyo, era lo retebonito". Como discutir la habilidad de Góngora para hermosear el Barroco, de suyo tan llano y sin chiste.

En fin. Algún día, quizá, alcance la magistrancia que se necesita para avasallar a los oyentes con esas frases. Por lo pronto, sigo reflexionando en el aforismo siguiente:

"Mejor nada que una mala mamada"

La invitación a enriquecer mi catálogo de sofismas, aforismos y máximas, desde luego queda abierta...